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Cielo Gris

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ElTuchoMoe's avatar
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Era un día agradable, las aves cantaban y el sol brillaba sobre el parque favorito de su madre. Allí estaba ella, sentada en la banca sonriendo y saludando con la mano.

-Vamos hermano, madre está esperando. –Le dijo a Alonzo, que estaba parado junto a él. Pero algo estaba mal.

Su hermano no era el tipo más expresivo de la ciudad, pero esta vez su cara no estaba inerte. A pesar del silencio del ambiente, casi podía oírlo gritar de tristeza y desesperación.

Antes de que pudiera reaccionar a la cara extrañamente expresiva de su hermano, el silencio se vio roto por una pesada vibración proveniente del suelo. Mientras volteaba para inspeccionar el terreno a su alrededor notó varias grietas formándose, angostas pero implacables, que convergían rápidamente en la banca frente a él que ahora parecía estar mucho más lejos que hacía un momento,

-¡Madre! –Gritó, pero antes de que sus piernas comenzaran a moverse, el suelo bajo ella colapsó, tragándola al instante y alzando una densa nube de humo.

En algún momento él había caído, pues se encontraba ahora en el piso incapaz de levantarse por la conmoción. Entonces vio numerosas formas apareciendo en el polvo, parecían humanas al principio, pero pronto supo que eran algo totalmente distinto.

Había monstruos saliendo del suelo. Grandes, escamosos y haciendo horribles sonidos que habrían de grabarse en su memoria. Para empeorar las cosas, estos monstruos llevaban armas y disparaban en toda dirección incluso desde antes de salir de la nube de polvo.

-Madre… -Intentó gritar una vez más pero su voz se encontraba congelada como sus piernas.

-¡Corre, ahora! –Era su hermano gritando mientras tomaba su brazo y lo jalaba lejos del parque y del agujero que se había llevado a su madre. Antes de darse cuenta, ambos corrían por sus vidas entre edificios que se desplomaban y gente gritando.

Ahora era pánico puro lo que mantenía sus piernas en movimiento. Los monstruos estaban en todas partes, disparando y rugiendo mientras asesinaban todo lo que encontraban en su camino.

Eso fue hasta que finalmente Alonzo los guio a su hogar. Pensó que estarían seguros allí, pero estaba equivocado, terriblemente equivocado.

Mientras se acercaban a la puerta frontal, el cielo se tornó oscuro y las nubes formaron un círculo sobre ellos. Había algo brillante en el cielo pero no se trataba del sol. Se sentía atemorizante y alarmantemente cerca conforme incrementaba su intensidad.

Inmediatamente pensó en dar la vuelta y huir nuevamente pero era demasiado tarde. Un rayo de energía impactó su hogar e incineró rápidamente todo alrededor, llenando la atmósfera de luz. Durante un periodo indeterminado de tiempo en el mundo no había nada excepto luz y miedo.

Entonces alguien llamó su nombre.

-¿Tom? ¡Tom! Despierta. – Era Alonzo, su hermano. –Es tu turno de montar guardia.

Conforme salía de su sueño, la realidad regresaba a él. Estaba viendo la cara de su hermano, de nuevo más sombría de lo normal pero no tanto como en la pesadilla. Ambos estaban dentro del carro que perteneció a su madre y era el turno de Alonzo de usarla como cama mientras Tom montaba guardia por el resto de la noche. Hacía casi un año desde el día E y sin embargo los monstruos, ahora llamados Locust, seguían siendo una amenaza constante.

-Cierto, te dejo dormir un rato. –Le dijo Tom a su hermano y comenzó a caminar hacia su posición de guardia.

-Olvidas algo. –Dijo Alonzo después del tercer paso.

Tom giró sobre sus talones y vio a su hermano ofreciéndole la Pistola que su padre había traído a casa un día de lo que parecía ser otra vida. La tomó y siguió su camino aún con la pesadilla en mente.

Una vez en posición, fue libre de continuar reflexionando lo que había soñado. Era una versión abreviada de los últimos dos años de su vida.

Todo comenzó en el día E, cuando los Locust emergieron de abajo de la humanidad y la invadieron. Tom vivía con su hermano Alonzo y su madre en Laertes, que pertenecía a la Coalición de Gobiernos Ordenados. Cuando la ciudad fue atacada, la madre de Tom estaba en el parque, como acostumbraba, uniéndose así a la gran cantidad de víctimas de la primera oleada. Desde ese momento, Tom odió a los Locust, se habían llevado a su madre y quería matar tantos como pudiera.

Desde que tenía memoria, Tom había querido unirse al ejército. Su padre había sido un Gear y peleó con la CGO hasta su último día, hacía cinco años. Si bien la rendición de la Unión de Repúblicas Independientes parecía haber acabado con la milicia, esta nueva e inhumana amenaza había reencendido la necesidad de la Coalición de tener una. Desafortunadamente para Tom, era aún demasiado joven para enlistarse. Incluso Alonzo, un año mayor, distaba ese mismo tiempo de la edad requerida cuando la guerra terminó.

Pero entonces sucedió lo impensable. La Coalición los traicionó a todos. Cerca de un año después del día E, el presidente Prescott anunció que usaría el martillo del Alba, la misma arma que había terminado con la Guerra del Péndulo, en cada ciudad importante de Sera supuestamente para negar su ocupación al enemigo. Eso por supuesto, con la excepción de Ephyra, la capital de la CGO.

Una nueva y aún pero oleada de pánico se extendió, todos debían refugiarse en el altiplano de Ephyra pero simplemente estaba demasiado lejos de Laertes.

Tom y su hermano sobrevivieron los golpes del martillo tomando el carro de su madre y huyendo al campo, pero estaban suficientemente cerca para observar como el cielo se oscurecía y un rayo de luz y destrucción reducía a cenizas lo que fuera su hogar. El horrible espectáculo de luz y ruido ocupó un lugar especial en su memoria, justo al lado de aquellos producidos por los Locust.

Y así Tom odió a la CGO, incluso más que a los Locust. La CGO debía proteger a sus ciudadanos, el padre de Tom había muerto creyéndolo y ellos habían traicionado su memoria junto con cada inocente que fue incinerado con el Martillo del Alba.

Eventualmente Tom y Alonzo encontraron otros sobrevivientes que despreciaban a la CGO y formaron algo parecido a una comunidad. El grupo se movía constantemente, evadiendo el avance de los Locust y recolectando lo que podían para sobrevivir. Ahora se encontraban cerca de una autopista y era el turno de Tom de montar guardia durante la noche para protegerlos de cualquier amenaza, ya fuera escamosa o portando armadura.

Para tal propósito era que Tom necesitaba la pistola de su padre. Revisó la recámara. Estaba llena, tal como su hermano le había enseñado a mantenerla después de cada prueba de tiro. Tenían poca munición en casa y solamente una vez habían encontrado el calibre adecuado por lo que tales ocasiones eran pocas. Sin embargo su suerte no era siempre mala, habían hallado combustible varias veces y con frecuencia suficiente para mantener el carro en funcionamiento.

Tom levantó el arma y apuntó a una planta que ahora era un Locust invasor sediento de sangre.

-Bang –Susurró y apuntó a otra planta que no era un Locust sino un Gear. –Bang.

Siguió matando fuerzas enemigas hasta que amaneció, eso marcaba el final de su turno.

Antes de dejar su puesto ubicó una gran roca en el suelo y la visualizó como la cabeza de Prescott, cercenada por alguien que lo odiaba tanto como él, tal vez Alonzo. Le apuntó y disparó tres balas imaginarias justo al centro de la frente. Luego sopló el igualmente ficticio humo que salía del arma y caminó hacia su hermano.

Mientras avanzaba, se dio cuenta de que no estaba seguro si su padre tenía permitido llevar armas a casa y dejarlas allí. Ya no importaba, la pistola estaba con él y su hermano y los mantendría seguros siempre.

Tom esperaba encontrar a Alonzo dormido dentro del carro, pero estaba despierto y sentado en el asiento del pasajero con la puerta abierta y ambos pies firmemente plantados en el piso fuera del vehículo. Su rostro parecía tan inexpresivo como siempre, pero había algo más allí.

Cuando Alonzo vio a Tom acercarse se levantó y dio un largo respiro. Tom pensó que eso significaba que había malas noticias en el campamento pero cuando se estuvo cerca fue tomado completamente por sorpresa con un abrazo. Alonzo nunca fue el tipo comunicativo, mucho menos el que abraza, de modo que Tom ahora estaba seguro de que algo estaba mal.

Después de lo que parecieron horas, Alonzo lo soltó y le miró a los ojos.

-Me voy hermano –Dijo bajo pero firme y procedió a tomar algo del interior del auto. Era una pequeña maleta.

-¿De qué hablas? –Dijo Tom, dos veces seguidas lo habían tomado por sorpresa.

-Me voy de este lugar para unirme al ejército –Respondió firmemente.

-No puedes –Dijo Tom, pasmado – ¡No puedes regresar con esos monstruos!

-Puedo y lo haré, esto es lo más cerca que vamos a estar de Ephyra en un largo tiempo y conozco el camino por esta carretera. –Su rostro era de tristeza pero su voz permanecía firme.

Tom comenzaba a enojarse pero Alonzo tenía razón, durante el trayecto, el grupo había acortado la distancia a Ephyra a un tercio de lo que fuera desde Laertes.

-No puedes dejarme aquí –Dijo Tom, tratando de mantener la compostura.

-Nunca quise dejarte –Respondió Alonzo, que ahora dejaba un atisbo de tristeza alcanzar el exterior, tal vez incluso algo de dolor. –Pero debo hacerlo, y tú estás bien aquí, a estas personas les agradas y piensan justo como tú. Yo por otro lado…

Eso era todo, Tom no podía soportar la idea que Alonzo intentaba expresar.

-¡No puedes decirme que vas a regresar al ejército de asesinos que queman sus propias ciudades!  –Gritó.

Alonzo no respondió, su rostro solo se oscureció y bajó la mirada. Sin embargo Tom sabía que su hermano no había cambiado de parecer.

-Nos traicionaron Al, nos dieron la espalda a nosotros y a todo lo que debían representar. Todo lo que nuestro padre creyó hasta el final. –Dijo Tom, tratando desesperadamente de hacer que su hermano pensara correctamente.

-Hicieron lo que tenían que hacer –Fue su respuesta, su rostro se tornó más grave que nunca pero alzó los ojos para encontrar los de su hermano y añadió –No puedo decir que hubiera hecho algo diferente.

Tom estaba conmocionado, no podía creer lo que escuchaba. Sin darse cuenta, alcanzó el arma y apuntó a su hermano con manos temblorosas.

-Mientes –Dijo –No puedes decirme que le harías esto a tu propia gente. –La voz de Tom era tan estable como sus manos y sin embargo su hermano permanecía firme, mirando justo a sus ojos por encima del arma en posición para matarlo.

-Yo nunca te miento. Lo sabes. –Dijo Alonzo, ahora tan inexpresivo como de costumbre y dio media vuelta, en dirección a la carretera. Antes de iniciar su marcha miró atrás por un segundo –Adiós hermano –Añadió y comenzó a alejarse del campamento de varados, del arma que le apuntaba y de la vida de su hermano.

Tom estaba en conflicto, quería gritar a todo pulmón “espera, regresa” pero conocía a su hermano, nada lo haría cambiar de parecer. También quería disparar, terminar su vida antes de que pudiera abandonarlo por completo. Sin embargo, una pequeña parte de él quería gritar algo completamente diferente “espera, llévate el auto, es tuyo si yo me voy a quedar el arma” pero no lo hizo.

Finalmente, estando más furioso y confundido que nunca antes en su corta vida, Tom disparó. Balas reales esta vez, tres de ellas seguidas por un grito de puro dolor y rabia.

Antes de regresar al campamento se limpió las lágrimas de los ojos. El día acababa de comenzar y seguramente habría muchas cosas que hacer antes de que volviera a caer la noche.

Cuando los otros lo encontraron, atraídos por el sonido de los disparos, inmediatamente comenzaron a hacerle preguntas.

-¿Qué pasó?

-¿Estas bien?

-¿Dónde está tu hermano?

-Está muerto –Fue su única respuesta. Y era verdad, para él al menos.
Mi cuento corto para el concurso de Gears of War de Julio con el tema de la deslealtad. No gané, pero recibo críticas y consejos para cuando escriba la versión de Septiembre
Mi twitter GMoheyer
Versión en Inglés (original) aquí: Dark Sky
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Andy1306's avatar
Genial me encata